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domingo, 28 de diciembre de 2014

París: un accidente de tren, Les Invalides y el regreso de Napoleón después de muerto...

Hoy vamos a alejarnos del barrio de Montparnasse, y lo haremos desde su estación de tren, y que actualmente acoge al TGV que se mueve por todo el país. Pero en un principio a esta estación llegaban los trenes procedentes de Bretaña.
Esta estación es famosa por el accidente que sucedió el 22 de octubre de 1895. Cuando la locomotora 120-721, que arrastraba dos vagones de maletas, otro postal junto a ocho coches de viajeros, y al final del mismo un vagón de carga adicional había salido de Granville (Normandía) a las 8:45 de la mañana.
A lo largo del trayecto a la capital, fue acumulando unos 10 minutos de retraso. Nada extraño para el conductor, Monsieur Pellerin, el maquinista llevaba 19 años en la empresa y estaba acostumbrado a ese tipo de eventualidades, la solución era sencilla, bastaba con correr un poco más y  frenar más tarde y con más fuerza cuando estuviese llegando a la estación. Ese era el plan del conductor, el tren franqueó la señal de entrada de la estación a una velocidad excesiva, de entre 40 y 60 km/h, al ver la señal Pellerin activó el freno de emergencia, faltaban cinco minutos para el mediodía, el tren estaba a unos centenares de metros de las toperas del final de la vía cuando Mariette, el jefe del tren (en aquellos tiempos las locomotoras llevaban siempre dos empleados) levantó la vista del papeleo que revisaba y se dio cuenta que el freno de aire no estaba funcionando como debería.Pellerin ya estaba pisando a fondo el freno, pero la inercia de los vagones cargados hicieron imposible detenerse a tiempo. 
Para poder frenar había que vaciar manualmente el circuito de aire del freno de los vagones. El jefe del tren se abalanzo sobre el volante de la válvula, pero justo en ese instante el tren se estrelló contra el final de la vía, con la energía de movimiento que llevaba atravesó los diez metros del vestíbulo, y perforó una pared de 60 centímetros de grosor cayendo nueve metros más hasta el nivel de la calle, donde la locomotora terminó clavada en un ángulo de unos 50 grados junto a la estación del tranvía,


Para lo que fue, se registraron cinco heridos graves, Pellerin, Mariette, un bombero y dos pasajeros. Que sólo salieran heridos dos pasajeros se debió a que las cabinas de pasajeros no llegaron a descarrilar siquiera, lo que evitó males mayores, además hay que destacar que los pasajeros se mantuvieron tranquilos y sentados hasta que se detuvo el tren. También fue una suerte que la locomotora no arrastrase a nadie con su choque y posterior caída. Pero sí que hubo una víctima mortal, la mujer del quiosquero que tenía su puesto justo debajo del punto por el que salió la locomotora, la pobre mujer murió aplastada por un fragmento del muro de la estación, el colmo de todo es que ese día sustituía a su marido en el trabajo....
Al lado mismo de la estación hay un rascacielos, que en su momento levantó mucha polémica, la Tour Montparnasse. Construida entre 1969 y 1972 era el primer rascacielos de la ciudad con sus 210 metros de altura, y digo era, porque ahora es la segunda, ya que se lleva el título la Torre Axa del barrio de la Defénse, con sus 220 metros de alto. La Tour Montparnasse tiene 59 pisos, la terraza se puede visitar (previo pago, claro) y también es un helipuerto. En la planta 56 está el restaurante  Ciel de París, también está el Café 360 que abre durante las horas de visita de la torre. Y un bar americano al lado del restaurante, que abre hasta la 1 de la madrugada. Cuando cojáis el ascensor tendréis una sensación extraña en el estómago, pues sube los 56 pisos en tan sólo 40 segundos, es decir que lleva una velocidad de 22 km/h. Para que os animéis a subir aquí os dejo las vistas  panorámicas que hay desde la terraza.
Seguimos por la Avenue du Maine, la misma donde está la torre, para llegar hasta el Museo de Montparnasse, está en el número 21 y abrió sus puertas en mayo de 1998. Está situado en el edificio de 1900 que ocupó el antiguo estudio de la pintora rusa Marie Vassilieff, ofrece al visitante la historia de los artistas que llegaron de todo el mundo para vivir y trabajar en Montparnasse desde principios del siglo XX. Presenta exposiciones temporales de artistas del pasado y del presente.  Durante años, Marie Vassilieff abrió las puertas de su casa que funcionó como un club privado que a su vez servía como comedor para los artistas, ofreciendo unos precios muy ajustados, por aquí pasaron Modigliani, Chaïm Soutine, Pablo Picasso, entre otros... en poco tiempo el lugar se convirtió en punto de reunión para muchos, en 1913 la "cantina Vassilieff" era tan conocida como la pintora.

Nos vamos en dirección al barrio de Les Invalides, aquí todo es monumental, desde los amplios edificios del siglo XVIII de la École Militaire, hasta el Parc du Champs de Mars que se extiende hacia el sur hasta la imponente Tour Eiffel y el Sena. Las avenidas que rodean la torre están llenas de lujosos edificios estilo art nouveau, con embajadas, aquí los precios de los locales y pisos son desorbitados. Este barrio ya era carísimo en el periodo de entre guerras, y todo porque en el siglo XVIII los acaudalados residentes del Marais decidieron trasladarse a esta parte de la ciudad, construyendo las casas adosadas y aristocráticas que encontramos en la Rue de Grenelle.


Para llegar al Hôtel des Invalides, la mejor perspectiva la encontraremos desde la Place Vauban, pero si queréis una buena foto, bien enmarcada, lo mejor es entrar unos cientos de metros hacia la Avenue Bretéil, una avenida ajardinada donde te puedes echar en el césped tranquilamente. Las grandes arterias que atraviesan la zona en la actualidad eran antiguamente anchas alamedas rodeadas de campos y bosques. Todas ellas son obra de Luis XIV y Luis XV al servicio del ejército y para mayor gloria de la monarquía, pues se crearon al mismo tiempo que los Inválidos y la Escuela Militar. Después del I y II Imperio esta zona se convirtió en un lugar de celebraciones de la glorias patrióticas y destinaron el Champ de Mars (Campo de Marte) como lugar para las Exposiciones Universales, cuyo testigo es la Tour Eiffel. 
Pero antes de visitar los Inválidos podemos coger la Avenue de Tourville y acercarnos a la École Militaire. Luis XV firmó en 1751, el edicto para la creación de la futura Escuela Militar que debía ser erigida en la llanura de Grenelle. El vasto espacio que se extendía hacia el Sena, y que era utilizado para realizar ejercicios militares. Tomó en nombre de Champ de Mars, dedicado al antiguo dios de la guerra. Bajo la Revolución y cuando Napoleón estaba en el poder, allí se celebraban las grandes fiestas nacionales. Diseñado en 1765 por Gabriel, como campo de maniobras para la escuela militar, aquí fue donde el pequeño general tomó un arma entre sus manos por primera vez, donde se realizaron las primeras carreras de caballos y las primeras ascensiones en globo. Una vez Napoleón, ya coronado como emperador, regresará para condecorar a sus mejores soldados.

Así como Luis XIV creó los Invalides para albergar a los heridos de guerra, su hijo Luis XV funda un colegio para 500 jóvenes gentiles, hijos de oficiales que quieran servirle y que no tenían medios económicos. Jacques-Ange-Gabriel (el constructor de la Plaza de la Concordia) recibe el encargo de edificas la École Militaire. Su primer proyecto se desecha por ser demasiado lujoso, pues las arcas del reino no estaban muy boyantes, a pesar de ello el conjunto terminado en 1722, resulta imponente. Entre 1784 y 1785 la École Royale, pasaría a llamarse École des Cadets, y admite a un jovenzuelo corso de 15 años llamado Napoleone Buonaparte. Que se graduará como teniente de artillería con la siguiente mención: "Llegará lejos si las circunstancias lo permiten" (y vaya si lo permitieron!)
Alrededor de un patio central y diez pequeños patios cuadrados, comienzan a elevarse rápidamente los edificios bajo la dirección de Libéral Bruant. La Explanada de los Inválidos fue trazada entre 1704 y 1720 por Robert de Cotte, con unas medidas de 500 metros de largo por 250 de ancho, ofrece una soberbia  perspectiva del Sena y la Rive Droite; además ha recuperado recientemente los prados y árboles que perdió durante la construcción del aparcamiento subterráneo. Un amplio foso separa el jardín del edificio, la fachada es un claro ejemplo del estilo clásico, entre dos pabellones ornados de trofeos, la decoración se ha reducido a las curiosas buhardillas, y sobre todo, a la espléndida portada que sirve de marco a la estatua ecuestre de su creador, Luís XIV, acompañado de la Prudencia y la Justicia.

La solemne fachada norte de la Escuela Militar tiene un pabellón central cuya cúpula de base cuadrangular se apoya en ocho columnas corintias, y está decorada con unas alegorías de la Paz, la Fuerza, Francia y la Victoria. Esta última representa a Luis XV, es una de las pocas efigies que ha sobrevivido a la Revolución. La fachada sur de la escuela da a la Place de Fontenoy, es una plaza rodeada de grandes edificios públicos, y tiene un interés especial porque uno de ellos es la sede de la Unesco, el edificio es una gigantesca Y elevada sobre pilares. La sede es un auténtico museo de arte moderno, pues destaca un mural de Picasso, cerámicas de Joan Miró y esculturas de Henry Moore.
Ahora por la Avenue Lowendal llegaremos hasta Les Invalides. Hasta el reinado de Luis XIV, los veteranos de los ejércitos reales, demasiado viejos para luchar o inválidos a causa de las heridas, no tenían más remedio que dedicarse a la mendicidad, o bien sobrevivían como podían cuando se negaban a ingresar en las abadías, donde los monjes tenían la obligación de acogerlos. En 1670 el rey Sol decidió construirles un amplio edificio en la llanura de Grenelle, entre 1671 y 1674 ya se había acabado de construir el Hôpital de la Salpètriere (donde siglos más tarde Lady Di sería trasladada después de su accidente en el Pont d'Alma), era la mitad este del hospital, y que rápidamente fue ocupada por sus inquilinos. Inacabada la parte oeste se construyó la doble iglesia de los Inválidos; la de los soldados para uso de los mutilados, y abierta en 1677 y posteriormente la del Domo, ésta reservada al rey y a su corte, inaugurada en 1706.

«Hôtel des Invalides, North View, Paris 7e 140402 1» de Daniel Vorndran / DXR. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:H%C3%B4tel_des_Invalides,_North_View,_Paris_7e_140402_1.jpg#/media/File:H%C3%B4tel_des_Invalides,_North_View,_Paris_7e_140402_1.jpg
La fachada del hôtel mide 196 metros de largo y está rematada con ventanas abuhardilladas, cada una de las cuales está decorada con forma de un trofeo diferente. Sobre la entrada principal se erige una cabeza de Hércules.
Este hôpital era muy moderno para su época, pues los huéspedes se alojaban en los edificios secundarios, las habitaciones constaban de 5 o 6 camas para los soldados, y de 1 o 2 para los oficiales. Para poder ser admitido en el hospital se exigían 10 años de servicio armado. La oración y la misa eran obligatorias. Cuando algún residente cometía alguna pequeña infracción del reglamento el castigo era acabar en la "mesa de bebedores de agua" situada en el centro del refectorio, en cambio "aquel que fuera encontrado yaciendo con hombre o mujer" sería colocado sobre el "caballo de madera", una especie de caballete sujeto por cuerdas.
El hospital se concibió para acoger un máximo de 2,000 personas, pero en 1710 llegó a albergar a más de 3,000. Los inválidos podían dedicarse al trabajo, pues habían talleres de tapicería, cerámica, caligrafía y grabado, cursos de anatomía y química. Los cirujanos eran muy respetados, y los experimentos del abad Jean Antoine Nollet con la electricidad apasionaban a la opinión pública, una vez puso a 200 monjes en fila, sujetando entre cada dos de ellos un alambre de hierro de unos 7,6 metros, dando una longitud de más de 1500 m. Produjo una descarga eléctrica, mediante su botella de Leiden y observó cómo reaccionaban simultáneamente todos los monjes, contorsionándose por el shock que les produjo. Esta práctica o "remedio" se aplicó en los Inválidos en 1748.

Dentro del complejo de los Inválidos, encontramos el Museo de la Armada, donde está documentada la historia militar desde la Edad de Piedra hasta la II Guerra Mundial,está situado en la zona donde estaba la antigua armería, merece una atención especial los murales del siglo XVII de Parrocel que adornan las paredes y celebran las conquistas militares de Luis XIV. También hay que destacar el Historial De Gaulle una atracción multimedia sobre el general y su papel en la II Guerra Mundial. Después nos encontramos con el Musée de l'Ordre de la Liberation, la Orden se fundó para conmemorar las proezas heroicas de la II Guerra Mundial. También podemos visitar el Museo  des Plans-Reliefs, es decir de maquetas militares de fuertes y ciudades como la de Perpignan, de 1686 donde se muestran las fortificaciones diseñadas por el arquitecto militar Vauban en el siglo XVII. Otro lugar donde perderse es el Jardín de Les invalides, diseñados por De Cotte en 1704 y están alineados de cañones de bronce de los siglos XVII y XVIII.


Saint-Louis-des-Invalides es conocida como la iglesia de los soldados, es la capilla del Hôtel des Invalides. Construida por Jules Hardouin-Mansart entre 1679 y 1708 según los planos de Libéral Bruant. Se compone por una austera nave de unos 70 metros de longitud, no tiene crucero, y aloja las criptas donde están enterrados los mariscales del ejército francés, así como el autor de la Marsellesa (Rouget de l'Isle). Esta iglesia larga y fría, no cuenta con más decoración que las banderas y los estandartes requisados en las batallas a los enemigos de la patria, y que se encuentran colgados en las cornisas. En este mismo lugar, el 14 de julio de 1789, la muchedumbre enfurecida penetró sin muchos problemas, para posteriormente dirigirse a la Bastilla, con la complicidad de los soldados, que les facilitaron encontrar en los sótanos unos 23,000 fusiles y unos 24 cañones. Desde Saint-Louis se contempla el interior del Dôme, la capilla privada de Luis XIV.
Tal vez lo más visitado del complejo es el Dôme, un buen día Luís XIV, el rey Sol, hizo llamar a Jules Hardouin-Mansart en 1676 para encargarle la construcción de la Iglesia del Dôme, formando parte del conjunto de los Invalides, pero que sólo utilizaría el rey y además acogería las tumbas reales. Mansart no se rompió mucho la cabeza con los planos, pues reutilizó unos que había encontrado de su tío F. Mansart (estos planos eran el proyecto de construcción de un gran mausoleo para los Borbones en Saint Dennis, y que nunca se llevaron a cabo).Tras la muerte de Luís XIV, se desechó la idea de enterrar a la familia Real en él, a partir de ese momento se convirtió en un monumento a la gloria de los Borbones, un templo en forma de cruz griega dentro de un cuadrado, que nos recuerda a San Pedro, en Roma. Por encima de la fachada se alza el Dôme, cuarenta columnas enmarcan las ventanas de la base, una linterna y una aguja apuntan al sol a 107 metros del suelo. La gran cúpula revestida de 50.000 laminas de plomo dorado, y que se vuelve a dorar cada 50 años. Para la celebración del bicentenario de la Revolución fueron necesarios 550.000 panes de oro para cubrirla y cuyo peso total no sobrepasara los 16,65 kilos.
En 1840, Luis Felipe decidió que sería un buen lugar para trasladar los restos de Napoleón, concretamente en la cripta, y decidió que sus compañeros en el más allá fueran el mariscal Foch, y Vauban, posteriormente se convertiría en el monumento conmemorativo a los militares franceses.  Cuando entramos por la entrada principal, a la derecha la primera tumba que nos encontramos es la de José Bonaparte (para los españoles, más conocido popularmente como Pepe Botella) el hermano mayor de Napoleón rey de Nápoles y de España se halla en la capilla lateral. Seguimos hacia adelante y nos encontramos con el monumento a Vauban. Napoleón I encargó su construcción en 1808 y alberga una urna con el corazón de Sébastien Le Prestre de Vauban, gran arquitecto e ingeniero militar de Luis XIV fallecido en 1707. En la siguiente capilla está el mariscal Foch, desde ésta podemos ir hacia el centro, para ver en el fondo de la cripta la tumba de Napoleón. El rey Luis Felipe decidió traerse los restos del emperador desde Santa Elena, en un gesto de reconciliación con los republicanos y partidarios de Bonaparte (bastante contrarios a su régimen). La Iglesia del Dôme era el lugar más apropiado para ello. Pero para evitar que Napoleón resurgiera de sus cenizas el rey se aseguró de que no se levantara de su tumba, para ello se colocó el cuerpo de Napoleón justo debajo de la cúpula, en seis ataúdes, uno dentro de otro como si fuera una muñeca rusa. El primero es de hierro blanco, le sigue uno de caoba, dos de plomo, uno de ébano y el último de roble. Todos ellos descansan sobre una base de granito de los Vosgos. Al fondo de la cripta descansa el hijo del emperador, el Rey de Roma, muerto en 1832 en Viena como duque de Reichstadt, regresó a París junto a su padre, por orden y gracia de Hitler, pues sentía una enorme admiración por el corso. Las estatuas de Pradier simbolizan sus victorias.    
Napoleón fue devuelto a Francia en 1840, después de un largo tira y afloja con los ingleses, fue homenajeado con un pomposo funeral, bajo una gran nevada que caía sobre la ciudad. El féretro permaneció abierto un par de minutos en presencia de un grupo selecto de invitados que descubrieron que tras 19 años (los que ya llevaba muerto), el cuerpo se conservaba en perfectas condiciones, es más le habían crecido las uñas de los pies provocando agujeros en los calcetines. Poco antes de morir, una mano anónima afeitó totalmente su cabeza y sus cabellos fueron repartidos entre cientos de sus seguidores, que los guardaron como una reliquia. De acuerdo a su propia y última voluntad, su corazón fue preservado y entregado a su amada María Luisa, actualmente sigue conservado en una jarra de plata. Parte de su estómago se conservaba en un pimentero de plata, y sus intestinos los tenían guardados en el Real Colegio de Cirujanos de Francia, hasta que se perdieron en 1940 tras un bombardeo. Está claro que al pobre Napoleón lo acabaron repartiendo en diferentes recipientes de plata, incluso su miembro viril (de 3cm...), en 1972, acabó siendo subastado públicamente en Christie's. El pene del general se supone que fue conservado durante mucho tiempo por su confesor, hasta que se subastó, pero la primera vez nadie lo quiso, sería en una tercera subasta cuando un urólogo estadounidense lo compró cinco años más tarde por 3.800 dólares. Se sabe que Napoleón había sufrido numerosos problemas de salud durante la batalla de Waterloo, hemorroides, estreñimiento crónico, fobia a los gatos, sífilis... el hombre era muy precavido y por ello firmó una póliza en mayo de 1813, por si moría en la batalla, o era hecho prisionero, eso sí la prima que pagó fueron 3 libras y tan sólo para un mes. Tras el regreso de lo que quedaba del emperador, el prestigio del mausoleo superó al del hospital. En la Capilla de Saint Jérôme guarda la tumba del hermano menor de Napoleón, Jerónimo, rey de Westfalia. Si alzamos la vista en el techo podemos contemplar una pintura circular de Charles de la Fosse que muestra La Gloria del Paraíso, con San Luís entregando la espada a Cristo.
En las capillas laterales en torno a la iglesia, yacen los jefes militares y compañeros próximos a Napoleón, y que un buen día recibieron la visita de un curioso personaje, Adolf Hitler, a poco de haber entrado en la ciudad decidió hacer turismo por ella y rendir un homenaje a uno de los pocos hombres que admiraba, Napoleón. La admiración que sentía por él, no logró evitar que mandara colocar en el subsuelo de los Invalides un tendido de cable detonante conectado a un gran número de explosivos, además de botellas de oxígeno comprimido a 180 atmósferas, para que cuando se produjera la explosión las botellas realizaran el trabajo de decenas de bombas incendiarias. El incendio que provocaría asolaría los Invalides, incluida la cúpula bajo la cual descansaba su admirado ídolo.
Así mismo decidió que se minaran los 42 puentes de la ciudad, cuya explosión en una ciudad tan poblada, provocaría una destrucción impresionante, al hacer que el Sena se desbordase y anegara gran parte de las riberas del río. La Place de la Concorde, y toda la zona que va a lo largo del río desde el Boulevard de Saint Germain, hasta los Invalides debería quedar destruida de una tacada.


En la película "Diplomacia" se ve el tête a têteque mantienen el general Von Choltitz que tendrá que llevar a cargo la orden directa del Führer de destruir París con el cónsul de Suecia Raoul Nordling, que hará todo lo posible para evitarlo. Es una película muy buena, a mi me gustó mucho. Un libro que habla también de este tema es "¿Arde París?" de Dominique Lapierre y Larry Collins, un buen libro para conocer el París durante la II Guerra Mundial (también se hizo la película...).


La explanada que se extiende frente a los Invalides fue utilizada por Parmentier, que la llenó de patatas, para realizar sus experimentos y demostrar al mismo tiempo sus virtudes nutritivas. El laboratorio estaba en el mismo edificio hasta que en 1773 lo perdió gracias a la enorme oposición que le plantaron las "hermanas grises" que cuidaban a los enfermos y que creían peligrar el poder curativo de su botica por los inventos de Parmentier. Pero Parmentier un digno defensor de las patatas, decide continuar con sus estudios sobre los tubérculos para asegurar que son comestibles. La gente no se fía de las patatas, ha corrido el rumor de que comerlos transmite la lepra. Pero él continúa con su idea, un buen día decide plantar un campo de patatas y protegerlo con guardias armados, cuando las patatas ya están maduras retira los soldados. Los franceses son muy suyos, pero en cuanto a curiosos no les gana nadie, todo el mundo se pregunta que hay en ese campo para estar custodiado, y una noche acuden al patatal para ver que es lo que hay, se llevan las patatas y empiezan a comerlas. A partir de ese momento las patatas formarán parte de la gastronomía francesa, e incluso se plantaran en el jardín de las Tullerías, en 1795 para contrarrestar la gran hambruna que asoló la ciudad.
Pero Parmentier no sólo introdujo la patata, sino que obligó a la vacunación contra la viruela en el ejército, también tuvo la idea de extraer azúcar de la caña de azúcar, y estudió el almacenar alimentos en frío, antes de que aparecieran los frigoríficos modernos.
           
  

domingo, 21 de diciembre de 2014

Montparnasse: "le mur d'enfer", un hotel con historia, y la dueña del primer gran almacén de París: Le Bon Marché.




Seguimos por el barrio de Montparnasse, esta vez empezaremos la visita en el Boulevard Raspail, en el nº 276, hay un edificio digno de ver, en estilo Art Nouveau de principios de siglo y en el que se puede ver la simbología de la pareja.

Hay unos relieves de Emile Derre, en los que se ve a una pareja joven abrazada en medio de ramas florecidas,  una alegoría de cómo florece el amor; el siguiente corresponde a una pareja con un hijo, esta vez las ramas tienen frutos mostrándonos el fruto de ese amor, el hijo. Y por último una pareja mayor en la que se ve a uno abrazando al otro, como despidiéndose, nos indicaría el final de ese amor debido a la muerte de uno de ellos.


En la rue Campagne-Première, hay un edificio bautizado como "Atelier 17", compuesto por cuatro pisos de estudios con arcos y decoración en gres por donde pasaron Miró, Pere Calder, Kansdinsky y otros muchos. Su fundador fue Stanley William Hayter uno de los más importantes grabadores de la época. En el taller se realizaban ediciones impresas para recaudar fondos de apoyo al bando republicano durante la Guerra Civil Española, así como para financiar la causa comunista. En este proyecto colaboraron españoles como Picasso y Miró, y también Kandinsky por parte rusa.
Aquellos eran los días en que Montparnasse era una alocada y continua fiesta, hasta que llegó la ocupación alemana, que supuso un golpe fatal para el barrio. Los artistas, muchos de ellos judíos, fueron desapareciendo paulatinamente para refugiarse en lugares más tranquilos. Desde los primeros meses de la ocupación, el ejército alemán se abalanzó sobre el barrio sin muchos miramientos, invadiendo y requisando los grandes cafés para su uso personal durante cuatro largos años, hasta que el 19 de agosto de 1944, el segundo batallón al mando del general Leclerc, entró triunfal por la Avenida de Orléans y el Boulevard de Montparnasse.
Andando o bien en bus llegaremos a la Plaza Denfert Rocherau, en medio hay una estatua de un león con el lema "À la defense Nationale", es el Leon de Belfort y simboliza al coronel Denfert-Rochereau que defendió la ciudad de Belfort frente a los prusianos.
En frente del leon, a la izquierda de donde dirige su mirada, en una caseta de color verde botella está la entrada al "otro París", la ciudad subterránea, gris y oscura pero no por ello menos interesante. La reconoceréis porque casi siempre hay una larga cola de gente que espera para entrar a no ser de que esté cerrada (como es el caso de la foto).

Desde la época en que París se llamaba Lutecia, el yeso representa el estrato geológico más importante sobre el que se levanta la ciudad. Abundaban también la arcilla y la piedra calcárea. Por ese motivo los galoromanos que ya tenían ambiciones expansionistas, y comenzaron a ampliar la zona habitable, sobre todo entorno a la Cité y a lo largo de la orilla izquierda, excavando y arrancando del subsuelo los materiales de construcción que necesitaban. Esta práctica se prolongó a lo largo de los años, creando una auténtica maraña de laberintos subterráneos, de casi 300 kilómetros en tres niveles y a una profundidad de 16 a 22 metros, y que explica el por qué  a casi todos los edificios de la ciudad les corresponde un vacío prácticamente igual bajo tierra. 
Antiguamente era suficiente con excavar en los alrededores del edificio que se pretendía construir y cambiar el lugar en cuanto se agotaban los materiales. Este fue el método principal desde la Alta Edad Media hasta el siglo XVIII, cuando, a causa de numerosos accidentes debidos al hundimiento de pavimentos y aceras, se reguló la extracción de piedra y se obligó a los constructores a buscar los materiales fuera de la ciudad. 
Los mapas dieciochescos testimonian la insostenible situación del subsuelo parisino, repletos del símbolo de una rueda, similar a la de un molino, y que indicaba los pozos de extracción. Hoy son una ayuda para los que buscan las posibles entradas. En los archivos oficiales consta que en 1678, Colbert, ministro de Luís XIV, dio a los miembros de la Academia de Arquitectura la orden de "visitar inmediatamente todas las antiguas iglesias, y los edificios de París y alrededores para examinar la calidad de la piedra con la que están construidos" con el fin de encontrar mejores materiales pra la construcción del Louvre, éstos serán extraidos de Saint-Claude y de Montparnasse. De este modo se descubre también que los cimientos de las iglesias más famosas, los muros de los palacios y las paredes más antiguas de Nôtre Dame, provienen de los barrios que hoy en día forman el centro de la capital. 
Los monjes cartujos, que continuaron como topos alargando sus subterráneos y violando los decretos reales, fueron excavadores muy tenaces durante un periodo que duró 800 años. Los únicos vestigios de su existencia, ya que la propiedad fue arrasada durante la Revolución, se encuentran literalmente bajo tierra. Son muchas las historias y leyendas sobre las catacumbas: se habla de contrabando y de fugas épicas durante las insurrecciones, de hombres que murieron intentando dar una respuesta a sus enigmas, de refugios antiatómicos y de seis millones de muertos, sepultados a lo largo de los siglos. En este link podréis visitarlas virtualmente. Después de descender por una escalera de caracol unos 19 metros en la oscuridad y en silencio, tan sólo roto por el gorgoteo del agua, y atravesando un pasillo que parece que no va a acabar, el visitante se encuentra frente a una escultura que ya existía en esta parte de las minas, antes de que se convirtieran en un gran osario. Creada por un cantero de nombre Décure, y que había luchado en los ejércitos de Luis XV. Esculpió en las paredes de la cantera, la fortaleza del Puerto de Mahón, la capital de la isla de Menorca, y donde se cree que fue hecho prisionero por los ingleses, (hay que tener en cuenta que la isla de Menorca fue moneda de cambio en los diferentes tratados que se firmaron en las numerosas guerras que asolaron Europa, la isla pasaba de manos españolas, a francesas o inglesas según los intereses reales del momento).
El recorrido por las catacumbas autorizadas para visitar veremos los huesos y calaveras bien colocaditos, algunas esculturas en la pared, puedes recorrer una distancia de casi dos paradas de metro. Hay otras catacumbas por la ciudad pero mejor ni intentar visitarlas pues puedes acabar como muchos incautos, que se perdieron en ellas y murieron sin encontrarlos, así que tú decides...
Las catacumbas se visitaban sobre todo en el siglo XIX, estaba muy de moda por aquellas fechas. En la noche del 2 de abril de 1897, en la Cripta de la Pasión, 45 músicos dieron un concierto clandestino un poco especial, pues durante el mismo, ejecutaron la "Marcha fúnebre" de Chopin, la "Danza Macabra" de Saint Säens y la "Marcha fúnebre de la Sinfonía Heroica" de Beethoven. El xilofono reproducía el ruido de huesos, el que hizo el programa se lució al escoger las obras... para la época constituyó todo un escándalo.
La gente sólo viene por esta zona para ver las catacumbas, pero hay más cosas interesantes por ver, como por ejemplo los dos pabellones idénticos que hay al lado de la entrada. Estos dos edificios formaban parte del muro de los Fermiers Généraux (los recaudadores de impuestos).  Y como todo tienen su historia, en 1782, los recaudadores de impuestos propusieron al rey Luís XVI la construcción de una nueva muralla que pusiera límites adecuados a la ciudad, con el fin de controlar el acceso a la ciudad. Pero el objetivo real era el cobro de aranceles a cualquier mercancía que entrara en la ciudad. La idea de llenar las arcas del estado, que estaban un poco menguadas fue aceptada con ganas, y entre 1784 y 1790 se delimitaron las nuevas murallas. 
La singularidad de esta muralla es que contaba con numerosos edificios-puerta (barrières), diseñados la mayoría por Claude Nicolas Ledoux. Cuando recibió el encargo ya era un arquitecto de prestigio y planteó sus propuestas con arquitecturas grandilocuentes que exigieron importantes medios materiales y de dinero. El pueblo no entendió muy bien lo que estaban haciendo, pues como siempre es el pueblo el que rige de mayor cordura, veía una gran contradicción entre los esfuerzos recaudatorios a los que se veía sometido y el derroche que suponía la construcción de dicha muralla junto con sus edificios. El proyecto eran 55 barrières, de las cuales se llegaron a construir 47, pues en 1789, Ledoux fue cesado como director de los trabajos. Cesado el mismo año en que todo cambió, pues ya no se construyeron más, y las que habían sufrieron grandes desperfectos durante la Revolución Francesa. En la actualidad solo quedan cuatro barrières originales de Ledoux. Y de las cuatro, únicamente dos son las que muestran su esencia urbana la Barrière d'Enfer (la barrera del infierno, es la de la plaza Denfert-Rocherau) y la Barrière du Trône, ya que en las otras dos apenas queda ya el recuerdo de su antigua función. Son la Barrière de Chartres (a la entrada del Parc Monceau) y la Barrière de Saint Martin (en la Place Strasbourg). El muro tenía 3,40 metros de alto y toda construcción estaba prohibida a unos 90 metros del lado interno y externo. En la época se decía por la ciudad "el muro que enmura a Paris hace murmurar a París"
          

Si llegáis a la plaza a través de la estación del RER, debéis saber que esta estación es una de las más antiguas de la ciudad. 


Como anécdota os contaré que durante la ocupación alemana, a 26 metros bajo las calles de París, cerca de los esqueletos y cráneos de más de cuarenta generaciones de franceses, estaba la fortaleza secreta de la resistencia francesa, existían un total de 500 km de laberintos formados por las canteras, catacumbas, alcantarillas y el metro. Desde aquí, la resistencia, alojada en el subsuelo, dirigía la revuelta contra los nazis, por todas partes surgieron barricadas, todo lo que podía ser arrancado y transportado servía para construirlas. La más impresionante fue la que un grupo de estudiantes de la Escuela de Arquitectura hizo en la esquina de los bulevares de St. Germain y de St. Michel, en el corazón del Barrio Latino. Los estudiantes pusieron en práctica todo lo que habían aprendido, la barricada tenía un grosor de 2 metros, y estaba construida toda ella con adoquines (en este barrio siempre han sido muy útiles los adoquines, sino que se lo pregunten a los estudiantes del Mayo del '68) y cerraba un importante paso de la ciudad, pronto sería conocida como "el callejón de la muerte".
Para recordar la gran labor de la resistencia, a su líder, el coronel Henri Rol Tanguy le dedicaron toda una avenida en el 60 aniversario de la liberación de París. Si queréis saber más sobre la liberación de París en este link.
Para acabar la visita de hoy estaría bien coger cualquier autobús que nos llevase por el larguísimo Boulevard Raspail, y bajarnos casi al final, cuando coincide con la Rue de Sèvres.  En el número 45 del bulevar nos encontraremos con el Hôtel Lutetia, cuya fachada en estilo art deco da paso a un hotel de 4 estrellas, donde pasó su noche de bodas Charles DeGaulle. Cuando en 1940 los alemanes requisaron el establecimiento, en concreto fue la temible Gestapo, su dueño tapió la bodega y pese al duro interrogatorio que sufrieron los empleados, ninguno confesó saber donde se escondía la mejor colección de vinos de la ciudad. En esa época los alemanes eran muy duchos en intentar acaparar los mejores caldos tanto de la ciudad como de la zona vinícola de Burdeos, con sus numerosos chateaux. Hace un tiempo leí un libro "In vino veritas, en el vino está la verdad", que intentaba descubrir que había pasado con las botellas requisadas.
Con la liberación de París, el Lutetia sirvió para alojar a los deportados que regresaban de los campos de concentración, y algunos prisioneros de guerra, llegaban en camiones, debían someterse a un examen médico y recibían unos 2,000 francos, se les daba alojamiento y comida. En principio tenían derecho a una estancia de 48 horas, pero a menudo se quedaban más tiempo. 


La construcción de este gran hotel comenzó en 1907 y duró tres años, y fue orquestada por Louis Hippolyte Boileau y Henri Tauzin. La creación de la fachada fue obra de Léon Binet y Paul Belmondo (si, si el padre de Jean Paul Belmondo, el actor). Esta fachada está decorada con guirnaldas y racimos de uvas, en recuerdo de la época en que que en esta orilla izquierda del río estaba llena de viñedos. 
Su arquitectura se ganó el apodo de "el famoso transatlántico parisino" por la grandiosidad del mismo, famoso por su encanto y refinamiento de su decoración: imaginad lámparas de araña de cristal Lalique, balcones en hierro forjado, techos adornados de color dorados, vidrieras en oro y gris a lo largo de las escaleras, muebles de los años 30... 
Imaginadlo pues, porque al igual que el Hotel Crillon del que ya hablamos en un anterior post, sus nuevos propietarios un grupo israelí, decidió hacer una subasta con todo el mobiliario y objetos decorativos. Actualmente y a partir de este 2014 el hotel está en plena transformación, quieren darle un aire nuevo, y también en sólo tres años, como cuando lo construyeron.
El lugar está cargado de historia, desde el mismo momento en que a la señora Marguerite Boucicaut la esposa del dueño de los almacenes Bon Marché el primer gran almacén de París. No os penséis que era una gran dama de la nobleza, nada más lejos, era una campesina de padre desconocido que nació en la aldea de Verjux, a penas sabía leer o escribir cuando a los 12 años llegó a París, Trabajó en una lechería, donde conoció a su futuro marido, Aristide Bocicaut, con el que convivió antes de casarse (ya apuntaba maneras en ser vanguardista la señora!).La buena mujer decidió que era necesario un lugar donde alojar a las personas que se desplazaban a la ciudad para comprar en su establecimiento, que menos que ofrecerles un magnífico lugar como el Lutetia. Y no creáis que lo hacía por dinero, pues gracias al Bon Marche eran inmensamente ricos para la época, sino que además eran generosos y buenos jefes, hasta el punto de tratar a sus empleados como hijos, pues el único que tuvieron murió. Cuando Marguerite enviudó, se puso al frente del negocio, era 1877 y hay que tener en cuenta que en esa época no había muchas mujeres independientes y al cargo de un gran negocio. Para solucionar posibles problemas de liquidez, y hacer que sus empleados se implicaran más en el negocio tres años más tarde creó la Societé du Bon Marché para asociar a sus empleados a la empresa. Cada empleado puede asociarse por un pequeño capital a un interés del 6%; sus empleados son los primeros en tener un día de descanso, de recibir comisiones por ventas, vacaciones pagadas, participar en las ganancias...


© Le Bon Marché 
al. parte. Maison A. Boucicaut
En 1886 inaugura un fondo de pensiones para sus empleados. Un año más tarde muere en Cannes, y al no tener descendientes directos decide hacer herederos a sus empleados, unos 16 millones de francos. Así mismo cedió parte de su herencia a obras filantrópicas como al Hospital Pasteur, al mismísimo Pasteur que un día se presentó ante ella y le comentó que tenía intención de crear un instituto para la investigación, ella le preguntó ¿Usted es el de la rabia? si señora, contestó él. De repente ella le extiende un cheque, lo dobla y se lo entrega. Pasteur le agradece el gesto, ni se ha fijado en la cantidad que le ha dado, no le importa considera que cualquier cantidad es buena, cuando ve el montante empieza a llorar... le ha donado 250,000 francos de la época. Pero no es el único que recibirá ayuda, numerosas parroquias, hospitales, entidades sociales todos reciben una parte de su dinero. Tal fue su bondad que durante su funeral tuvo casi tantos asistentes como Víctor Hugo, todo París estaba a sus pies. Si queréis conocer a esta gran dama, en la Plaza que hay frente a los almacenes Bon Marché hay una estatua con la pareja.



lunes, 15 de diciembre de 2014

Montparnasse: bailes, can can, el reino de Kiki de Montparnasse, de los bohemios, de los escritores de la generación perdida...


Bonjour, mes amis! vamos a continuar nuestro paseo por la ciudad de la luz: París. Seguimos por la orilla izquierda del Sena, hoy pasearemos por Montparnasse. El barrio de moda en el periodo de entre guerras para los grande   s escritores de la "generación perdida".
El Monte Parnasso, era, en las leyendas griegas, la montaña sagrada de Apolo y las Musas. Y éste fue el apodo elegido para llamar a una pequeña colina natural formada por inmundicias y sedimentos de las antiguas canteras en la época de la Reina Margot, en el siglo XVII se convirtió en un lugar muy frecuentado por los estudiantes de versificación, pues se reunían en él para leer sus poemas. En el siglo XVIII el montículo fue arrasado para construir el Boulevard de Montparnasse, diseñado por Luís XIV, y que en poco tiempo se convertiría en uno de los paseos más elegantes de la ciudad, con cuatro hileras de árboles. Era tal la fama para pasear que cogió la avenida, que algunos cocineros audaces tuvieron la idea de abrir allí unos bailes campestres y merenderos, junto con numerosos cafés y jardines donde podían acudir los más humildes, fue aquí donde se bailó el Can Can por primera vez. 

Hacia 1900 el barrio conoce a los bohemios a Max Jacob, y Apollinaire, que junto con otros tantos se reunían en La Closerie des Lilas, poco después van llegando los pintores con Modigliani, Zadkine, Soutine, Chagall. En Le Dôme, La Rotonde, La Coupole, o le Select acogen las tertulias del momento, a las que asistían exiliados políticos rusos como Lenin y Trotsky, a los que se les unían Stravinsky, Satie o los surrealistas André Breton y Cocteau.
El barrio también debe su fama a los numerosos bretones que a principios del siglo XX se instalaron en los alrededores de la estación donde dejaba el tren procedente de Bretaña. Por esta zona se empezaron a vender los típicos Crêpes (dulces) y las Galettes (salados hechos con trigo sarraceno).

De este modo nace la "Grande Chaumière" un local que conoció la fama hasta 1853, época en que fue sustituido por la Closerie des Lilas. La Grande Chaumière era un baile donde solían ir los militares y estudiantes a divertirse, en un principio era una casita de madera con el techo de paja donde los mismos bailarines servían las bebidas; durante sesenta años fue el lugar al que acudir para divertirse, posteriormente se construyó un local de dos plantas, se diseñó un maravilloso jardín, e incluso había una montaña rusa. Pero todo pasa de moda, incluso la Grande Chaumière acabó siendo demodé, sobre todo cuando un antiguo empleado del baile, François Bullier, recompró en 1847 "le Prado d'Eté" situado en el número 31 de la Avenue de l'Observatoire, lo transforma completamente y planta 1000 lilas rebautizándolo con el nombre La Closerie des Lilas. 

El establecimiento abrió sus puertas el 9 de mayo de 1847, originariamente era una parada de las diligencias que hacían la línea Orléans-París. Aquí los viajeros podían encontrar una habitación para pasar la noche, luego pasó a ser un modesto café.
La popularidad del lugar se debe al poeta Jean Paul Fort Moréas, que organizó una reunión en la Closerie, envió invitaciones con el lema "los poetas y artistas de todos los países, uníos!". Tras el éxito de la convocatoria se decidió que cada martes se hiciesen lecturas poéticas. Apollinaire llevó allí a Picasso, Max Jacob llevó a toda la pandilla desde el otro lado del Sena (Bourdelle, Braque, Bonnard, Léger, Modigliani...)
Otros visitantes ilustres fueron Lenin, Trotski, Hemingway y Scott Fitzgerald, en la terraza de la Closerie mientras Hemingway escribía gran parte de su novela Fiesta, Fitzgerald le insistía en que leyera su obra El Gran Gatsby, en realidad Ernest fue uno de los primeros en hacerlo.
Pero regresemos a comienzos de siglo, cuando Montparnasse se convierte en la capital del Cubismo, el barrio de llena de jóvenes pintores extranjeros que formarán sin saberlo la École de París. A la cabeza de todos ellos Modigliani, que dejó su Italia natal para quedarse en este barrio de artistas y de tabernas, donde solían reunirse. Como La Rotonde, en 1911 Libion compró un pequeño bistro al que solían acudir los trabajadores de la zona, para ampliarlo compro la tienda de zapatos de al lado, vendió todo el stock de zapatos que aún quedaba en la tienda e instaló una barra de bar. Poco después amplia de nuevo el local comprando la tienda del otro lado, para así tener una sala para los clientes más habituales, como Lenin y Trotsky que tenían una mesa reservada siempre. Entre sus muros se presentó Modigliani a la artista inglesa Nina Hamnett en 1914 diciendo: "Modigliani, pintor y judío". Picasso y Diego Rivera eran asiduos, como el japonés Tsuguharu Fujita, cuya presencia era exótica hasta para los más vanguardistas. Este japonés tenía su estudio en la Rue Delambre nº 5 y se convirtió en íntimo amigo de Matisse y de Picasso, y fue alumno de la bailarina Isadora Duncan, de quien tomará lecciones de danza, o lo intentará.

En frente estaba Le Dôme, en un principio era una antigua taberna datada en 1896, es por tanto el más antiguo de todos. Se hizo famoso entre los alemanes tras una exposición de Vincent Van Gogh en Múnich, a partir de esa exposición los jóvenes pintores alemanes soñaban con venir a París. Estos pintores fundaron la Escuela de Múnich. Otros asiduos clientes eran Rousseau, Chagall, Whistler, Apollinaire, Max Jacob, Cocteau, S Stravinsky y otros tantos.
Los artistas más pudientes como Picasso, alquilaban apartamentos en la Rue Schoelcher, el pintor alquiló uno que deslumbraba a todos sus amigos por su lujo. El 14 de Julio de 1914 se organizó en el Carrefour Vavin un gran baile al que acudió la flor y nata del barrio. Aquella fue una fiesta tumultuosa, el último reflejo de una época que terminaría tan sólo quince días más tarde, con la declaración de la I Guerra Mundial, el 1 de agosto de 1914.
Durante el periodo de entre guerras el distrito se hizo popular entre los norteamericanos expatriados como Hemingway, y conocidos como la "Generación Perdida", se reunían en Le Sélect, el primer bar que permaneció abierto toda la noche. Era el santuario de la comunidad intelectual norteamericana en París, servía de punto de encuentro a escritores, pensadores y artistas americanos, que habían emigrado a la ciudad en busca de la libertad y huyendo de los convencionalismos y el puritanismo estadounidense de principios de siglo, así como de la Ley Seca. Ese fue el caso de Gertrude Stein, que se enamoró de la vida que le ofrecía París, hasta el punto de abandonar su carrera de medicina y nunca volver a EEUU, convirtiéndose en un referente y la protectora de la vanguardia artística del momento. Pero no fue la única norteamericana influyente que marcó el barrio, otra fue Sylvia Beach, que en 1919 creó la librería Shakespeare and Company, que se convirtió en el punto de encuentro de los grandes literatos norteamericanos como Hemingway, Fitzgerald, y Henry Miller que escribió en ese tiempo "Trópico de Cáncer". (ya hemos hablado de ella en el blog, si queréis saber más).

El 20 de diciembre de 1927, en una helada noche se inauguró otro local,  La Coupole, cuya inmensa sala del restaurante contaba con 24 columnas decoradas por artistas locales. Y en el sótano había una sala de baile decorada en negro y rojo, con grandes espejos que aún daban mayor sensación de amplitud, la fiesta era continuamente amenizada por dos orquestas. Pero tal vez lo más concurrido era el bar, al que se entraba por el Boulevard. Por aquí se dejaba caer Lenin para jugar al ajedrez, tal vez para olvidar que aspiró a ser modelo del escultor Bourdelle, pero, como el mismo confesaba "no tenía la talla"...
No hay que hacer un gran esfuerzo para trasladarnos a esa época, para imaginarnos a Dali y Buñuel empezando algo que más tarde se conocería como Surrealismo, con proyectos como "Un chien andalou", o Alexander Calder que se encontraba construyendo sus primeras obras de arte móviles, o poder contemplar a la gran Isadora Duncan revolucionando el mundo de la danza. O a Gershwin proyectando "Un americano en París". Pero tal vez hubo un personaje que no era tan conocido, pero no por ello fue menos importante para la vida del barrio, hablamos de la reina indiscutible del momento, un ejemplo vivo de la esencia de ese París loco, Kiki de Montparnasse (1901-1953). 

Kiki era una mujer audaz, atrevida, la reina y musa del ambiente de vanguardia. Bajo ese nombre se escondía Alice Prin, una muchacha de provincias que se crió junto a su abuela hasta que cumplió los doce años, edad en la que fue enviada a París para trabajar junto a su madre como aprendiz en un taller de encuadernación por 15 céntimos a la semana. Se compraba ropa en el rastro, hacia que su negra melena brillase gracias a la brillantina y con pétalos de geranio daba color rojizo a sus labios. Un día su madre la sorprendió posando desnuda, y después de insultarla llamándola "puta asquerosa" la repudió. A Kiki no le quedó más remedio que marcharse de casa, en la calle y sin recursos empezó a vivir con un pintor que la animó a hacer la calle, pero Kiki no llegó a tanto, tan sólo se dedicaba a enseñar sus pechos a algún viejo verde por tres francos. Cuando trabó amistad con los artistas de la Rotonde, donde solía andar como Pedro por su casa, se sentía acogida y en familia. Estos pintores eran tan miserables como ella, pero acabarían siendo inmortales con el tiempo. Solía comer en una pequeña crémerie, regentada por una ex modelo italiana que aceptaba que los artistas le pagasen con un dibujo en la pared. Un buen día Kiki conoció a un norteamericano cargado de un halo de misterio, era Man Ray, recién llegado de la gran manzana. Sedujo a Kiki a primera vista, y consiguió que posara para su cámara, al dia siguiente, cuando vio las fotos se quedo impresionada, luego se desvistió y se sentó en el borde de la cama, a su lado...esa tarde no hubo sesión fotográfica. 


Acabaron viviendo juntos en una relación que mantuvieron durante años, Man Ray la fotografió en todo su esplendor, pero tal vez la mejor foto es la de Le Violon d'Ingres. Todo el mundo en Montparnasse decía que era alegre, sensual y provocativa, pero eso no evitaba que a menudo cayese en una tristeza que le llevaba a cantar baladas que hacían llorar a mares. Por las mañanas cuando acudía al café, y aún no se había el primer café de la mañana exclamaba sin pudor: "Hoy me han dado un buen revolcón". Vivía entre intelectuales, frecuentaba la casa de Gertrude Stein, la de Breton, la Ruche, que era una colmena de artistas en la rue Vaugirard. Pero había momentos en que le irritaba considerablemente el intelectualismo, tanto que un buen día les soltó: "Vosotros habláis mucho sobre el amor; pero no sabéis hacerlo". También posó para Fujita, para Modigliani, para Soutine y Chagall... 

Participó en ocho películas, pintó muchos cuadros y algunos retratos de sus amigos. En marzo de 1927 hizo una exposición a la que acudió "Tout Montparnasse" incluso el ministro de Interior Albert Sarrault. Esa noche cantó canciones indecentes ante una parroquia si remilgos. Dos años después la escogieron como la Reina de Montparnasse gracias a su franqueza demasiado impertinente, la multitud la escoltó a La Coupole, en donde se celebró un banquete. Años más tarde se aburguesó un poco al enamorarse de un recaudador de impuestos que como afición tocaba el acordeón. Se fue a la Rive Droite, pero nunca dejó de ser Kiki. Abrió un cabaret propio en la rue Vavin, pero Montparnasse empezó a decaer y los años dorados ya estaban lejos, y la guerra aparecía por el horizonte. Cuando la paz estuvo de regreso a la ciudad, su belleza ya se había marchitado, tenía la voz gangosa por el paso del tiempo y del alcohol, recorría los cafés del barrio cantando sus viejas canciones que a nadie le interesaba oír, luego pasaba el platillo. En la primavera de 1953 se desplomó en la rue Brea. Con su muerte se acabó la bohemia de un barrio que llegó a ser el centro del mundo durante unos años. En "Les souvenirs retrouvés" la memorias de Kiki, Hemingway escribió en el prólogo: "Kiki reinó en esta era de Montparnasse con mucha más fuerza de la que nunca fue capaz la reina Victoria a lo largo de toda su existencia".


«Cimetière du Montparnasse (zoom)» de Jérôme Blum - Trabajo propio. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 2.0 fr vía Wikimedia Commons - http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Cimeti%C3%A8re_du_Montparnasse_(zoom).jpg#/media/File:Cimeti%C3%A8re_du_Montparnasse_(zoom).jpg
Dejemos ya el Boulevard de Montparnasse y cojamos el siguiente boulevard, el Boulevard Raspail que nos llevará hasta el Boulevard Edgar Quinet, desde donde tendremos una magnífica vista de la Tour Montparnasse (desde aquí seguro que os cabe en la foto!). Si seguimos adelante podremos ver a nuestra derecha el Cementerio de Montparnasse, justo en el número 5.
Napoleón planeó un cementerio extramuros de la ciudad para reemplazar a los numerosos pequeños cementerios que había por el casco antiguo de la ciudad, y que ya se encontraban saturados, llegando a ser un peligro para la salubridad de la ciudad. Inaugurado en 1824 se convirtió en el último destino de numerosos personajes ilustres, especialmente personalidades de la orilla izquierda. Está dividido por medio de caminos con un trazado geométrico que forman bloques o secciones. La rue Émile Richard lo divide en dos, una parte es el Grand Cimetière y la otra el Petit Cimetière. En el grande tenemos a Tristan Tzara (el líder del Dadaismo), a Man Ray, a Baudelaire, a Chaïm Soutine, a Jean Paul Sartre, a Jean Seberg, a Camille Saint-Säens. Baudelaire y Samuel Becket están muy cerca el uno del otro, y un poco más allá, al lado de la estatua del Ángel del Sueño Eterno, descansa Serge Gainsbourg.
En el Petit Cimetière hay una tumba bastante curiosa, la de la familia Charles Pigeon, es una cama en la que su esposa está durmiendo mientras el está tumbado a su lado pensativo. Cercana a ésta está la tumba de André Citröen,  y al lado tiene el escultor de la Estatua de la Libertad, Frédéric Auguste Bartholdi. Un poco más allá tenemos al militar Alfred Dreyfus (el del caso Dreyfus)  al que le hace compañía la esposa del Mariscal Pétain enterrada en el panteón familiar, sin su esposo que se encuentra enterrado en la Île d'Yeu donde estuvo encarcelado. La buena señora tiene como vecino a Guy de Maupassant. Como broche final podemos visitar a Jean Paul Sartre, a Simone de Beauvoir, al escultor Paul Belmondo (padre del actor Jean Paul Belmondo y tal vez menos conocido que su hijo...)


martes, 9 de diciembre de 2014

Barcelona: paseando del Palau Moja a lo que queda de la Casa Gralla un palacio renacentista desmontado piedra a piedra...

Con este post vamos a empezar una nueva serie de artículos dedicados a una ciudad concreta, la de Barcelona, la tercera ciudad más fotografiada del mundo. Lugar en el que vivo y que me encanta descubrir día a día, porque hay muchas Barcelonas. Barcelona no es sólo el Barrio Gótico, o las Ramblas, o la Sagrada Familia... Barcelona es mucho más, es una ciudad formada por barrios, barrios que por suerte aún parecen pueblos a los que no suelen llegar muchos turistas, y no saben lo que se pierden. Si sólo visitando una parte importante de la ciudad, ya somos una ciudad con un gran atractivo turístico, cuando sepan que hay más por descubrir esto será un no parar... 

Antes de los Juegos Olímpicos del '92 Barcelona no era muy conocida, era la segunda ciudad de España, después de la capital, Madrid. Gracias a que se consiguieron los juegos la ciudad cambió por completo, se modernizó, se abrió al mar, se hizo más cosmopolita... al igual que sus habitantes, a los que les encanta mostrar su ciudad y como no, presumir de ella. Cuando viajas y por casualidad te preguntan de donde eres, y tu respuesta es Barcelona, tu interlocutor siempre exclama: ah! Barcelona, me encanta, yo he estado, o bien: sin duda, algún día iré a visitarla... Barcelona ya no es sólo una ciudad, ya es una marca, un estilo, una forma de vida...

Yo os hablaré de la Barcelona secreta, de la escondida, la de los barceloneses que tanto la quieren, de su historia y anécdotas, de sus gentes y de sus visitantes ilustres.
Hoy empezaremos por una zona en la que suele haber más turistas per capita, que en el resto de la ciudad, pasearemos por dos barrios, el "barri del pi" y el vecino "barri de Santa Anna" en pleno barrio gótico. Estos dos barrios se formaron en el siglo IV extramuros, cuando la ciudad de Barcelona tan sólo era un pequeño reducto amurallado sobre el Mont Tàber, entre el camino de Sant Cugat del Vallés, que salía del Portal Bisbal, y el del Llobregat, que salía del Portal del Castell Nou. Durante los quinientos años posteriores esta zona era un lugar solitario, no fue hasta el siglo X cuando empezó a poblarse alrededor de la Iglesia del Pi, con casas y huertos, y donde se celebraba algún mercado medieval. Con el tiempo los dos barrios fueron creciendo en habitantes, en huertos y en obradores, al mismo tiempo que crecía su influencia económica sobre el poder establecido de dentro de las murallas. Precisamente para salvaguardar la importancia que estaba teniendo estos barrios, Jaime I decidió levantar unas nuevas murallas en el siglo XII que acogían a estos barrios y a su vez protegían el primer recinto de murallas. Esta nueva muralla subía desde el mar siguiendo la riera de l'Areny (la actual Rambla) giraba por la calle Fontanella (donde está el Corte Inglés) bajaba por el Passeig del Comerç hasta el mar. Estos dos barrios siempre han estado poblados por clases menestrales, de artesanos, tenderos y obreros que trabajaban en las fábricas textiles que aparecieron en el barrio con la llegada de la revolución industrial y que actualmente son los barrios comerciales por excelencia.
Nuestro paseo comienza en la esquina de la calle Portaferrissa con la Rambla. La calle Portaferrissa sigue el trazado medieval de la Vía Augusta, según la tradición  Ramón Berenguer III, en una audaz incursión a tierra de moros, desembarcando frente a Almería, se apoderó de aquella ciudad y como recuerdo y muestra de su hazaña, se trajo a Barcelona la puerta de la Alcazaba de Almería (está referido por numerosos cronistas de la época). Dado que los musulmanes acostumbraban a hacer puertas totalmente revestidas de hierro o de bronce para sus edificios principales no es muy difícil de creer. El nombre de Portaferrissa puede venir de la referencia a las enormes puertas cubiertas con grandes planchas de hierro, para evitar su asedio cuando construyeron la muralla. Otros dicen que el nombre viene por una barra de hierro que se utilizaba para contrastar medidas longitudinales, o de los recipientes de cobre que estaban colocados sobre la puerta para establecer un control sobre las medidas de capacidad para evitar disputas entre clientes y comerciantes, bajo el arbitraje del funcionario que se encargaba de vigilar las buenas prácticas comerciales.

A nuestra derecha podemos ver una fuente encastrada en la pared, bajo una arcada, decorada con unos dibujos coloridos en cerámica embaldosada (decoración de 1959), y con dos caños de agua, ésta fuente abastecía de agua potable a los que vivían en el interior de las murallas. Su construcción data del 1680, con piedra de la cantera de Montjuïc, eso la que vemos ahora, porque en su origen (1604) estaba situada en un descampado que había en la esquina de la Rambla con la calle del Carme, cerca del colegio jesuita de Betlem. Se ve la muralla con la Porta Ferriça y un santo levitando encima, es Sant Josep Oriol, como medida de protección de la puerta. En 1680, el rector de la escuela obtuvo el permiso para trasladar la fuente original a un nuevo emplazamiento, para así poder erigir una capilla que sustituyese la que se había quemado unos años antes. El permiso establecía que podía ser adosada a la torre de la muralla del lado mar que flanqueaba la Porta Ferriça, de esta manera se aligeraba a los vecinos de la costosa tarea de atravesar el torrente de L'Areny, la actual Rambla, para ir a buscar el agua.
En 1959, durante las fiestas patronales de La Mercé, la asociación de vecinos de las calles Portaferrissa, Cucurulla i Boters financiaron el embaldosado que hoy podemos contemplar. Es obra del ceramista Joan Baptista Guivernau, en ella podemos leer una explicación de su historia.
A mitad del siglo XIX, al lado de la fuente se instaló una pequeña barraca de madera donde se vendía anís y azúcar para los que iban a beber a la fuente y querían refrescarse con algo más que agua. Por culpa del éxito de esta primera parada, empezaron a instalarse otras alrededor que incluían algunas mesas, era tal el revuelo que se formaba en la puerta y la estrechez del paso que el ayuntamiento decidió cerrarlas todas, pero una de ellas se estableció en la casa de la esquina, con entrada por la Rambla.
En el número 1 de esta calle encontramos un edificio de estilo neoclásico que ocupa el solar donde antiguamente estuvo el Palau Cartellà, derribado en el 1771 y que era propiedad de Pere Desbach, el marqués de Cartellà. La nieta del marqués Maria Lluïsa Descatllar, hizo derribar la muralla que daba a la Rambla, incluida la Porta Ferriça y las dos torres que la flanqueaban, pues necesitaba espacio para construir el actual palacio, el encargado de las obras fue el arquitecto Josep Mas i Dordal el año de 1774.
Saló del Vigatà
Hay que recordar que en el momento de la construcción del palacio la riera de l'Areny empezaba a urbanizarse para convertirse en lo que más tarde sería la Rambla. Por esta razón la fachada principal del Palau Moja se orientó hacia la calle Portaferrisa, es por ello que visto desde la Rambla es sobrio, de líneas rectas y sin mucha decoración.
En cambio la puerta principal es exageradamente voluminosa para lo que eran los carruajes de la época, teniendo en cuenta que la calle tampoco es que sea muy ancha. El Palau Moja no está abierto al público más que en contadas ocasiones, pues es utilizado como oficinas de la Generalitat.
En el 48h Barcelona Open House de este año pudimos visitarlo, ver el patio de entrada, la gran escalinata, y los salones bellamente decorados que reflejan los aires sofisticados del siglo XVIII. En el salón principal se organizaban los mejores bailes de la ciudad a los que acudían los más ilustres personajes. En el año 1785, los marqueses Moja se instalaron en el segundo piso donde vivieron hasta el año 1865 cuando la última marquesa, Josepa de Sarriera i Copons, murió sin descendencia dejó dicho en su testamento que se vendiera el palacio y que el dinero obtenido fuera destinado para obras piadosas, en 1870 lo compró Antonio López López, el futuro marqués de Comillas que se instalará en el 5 años más tarde. El marqués de Comillas era un naviero destacado que se hizo muy rico comerciando con Cuba (entre estos negocios se encontraba el comercio de esclavos) fundó la Compañía Transatlántica, el Banco Hispano Colonial y la Compañía General de Tabacos de Filipinas.. Mientras el marqués vivió en él, el palacio lució con todo su esplendor gracias a las fiestas y recepciones que se hacían en él. Un año después de instalarse en palacio, acogió bajo su protección a Mossèn Jacint Verdaguer, el cual se quedó en palacio durante 15 años ejerciendo como capellán de la familia. Después de la muerte del marqués de Comillas el palacio pasó a manos de su hija, que estaba casada con Eusebi Güell, (el mecenas de Gaudí). Los porches que hay en la Rambla pertenecían al palacio, hasta que en 1934, a raíz de un convenio con el ayuntamiento se abrieron para facilitar el paso por la Rambla.
En 1971 hubo un incendio bastante grande y el palacio quedó abandonado durante más de una década. En 1982 la Generalitat lo compró y lo restauró tal y como lo podemos ver en la actualidad. Desde entonces es la sede de la Dirección General del Patrimonio Cultural de la Generalitat. Este palacio ha alojado a lo largo de su historia a visitantes ilustres como Juan Bosco, Alfonso XII y a Juan Carlos I cuando era todavía príncipe.


Pero este no es el único palacio que hay en la calle, en el número 7 y 9 está el Palau Palmerola, también conocido como el Palau dels Comtes de Fonollar. Es del año 1600 y está situado justo delante de la misma calle Petritxol. Hace unos 10 años se encontró un magnífico mural en uno de sus salones, tal y como cuenta el gran cronista de Barcelona Josep Permanyer en este artículo. Tampoco se puede acceder al palacio a no ser que seas un vecino, aunque se puede ver un poco el patio bien conservado y la escalera cubierta sobre columnas toscanas, gracias a la nueva puerta que han hecho.
En el número 11 podemos ver símbolos masónicos encima de la puerta en las manos de dos niños entre ellos unos ladrillos, uno tiene un compás y una paleta y el otro una regla y un nivel en forma de triángulo, los tres vértices del cual son representativos de los tres principios de la masonería: igualdad, libertad y fraternidad (principios heredados de la Revolución Francesa). Esta escultura no figuraba en los planes originales, se le añadió poco antes de inaugurar el edificio por una imposición del propietario. En este edificio estaba el antiguo Ilustre Colegio de Notarios, ahora hay una pensión.
En el número 13 se conservan los restos de la que fue antigua Procura de Montserrat, es decir la representación en Barcelona del monasterio benedictino de Montserrat. Este edificio fue construido en el siglo XV, aunque la puerta renacentista es posterior, del siglo XVI (puerta que fue trasladada al pasaje interior, tiene un frontón con un relieve de la Virgen de Montserrat en medio de la montaña, con las cimas llenas de ermitas.  El edificio actual fue construido en el siglo XIX. La fachada que se encuentra en el pasaje interior era la original del Palacio Magarola construido en el siglo XV, pero a causa de la transformación del año 1880 se colocó en el lugar que está ahora. tiene un escudo en la puerta que da a la calle, es del siglo XIX.
En el número 17 está la Casa Martí Fabregues, hay una gran cornisa guarnecida con máscaras de la época de Luis XIV, en la entrada del edificio hay la figura de un camello de resina, que nos da paso a un "mercadillo" en la ciudad se le conoce como el "mercadillo del camello" ya veis que no nos rompemos mucho la cabeza...Al fondo del patio y una vez pasado el mercadillo podemos acceder a un patio interior con un bar con terracita, ideal para desconectar del bullicio que nos rodea.

En el número 20 si contemplamos la pared, a la altura de los ojos, podemos observar una cerámica relativa a la fundación de la Cartuja de Scala Dei, cuyo fundador fue Alfonso de Aragón. Y que dice así:
       El Rey Alfonso de Aragón envió a dos caballeros por toda Cataluña en busca de un lugar adecuado para fundar una cartuja. Bajo la Sierra del Montsant, encontraron a un pastorcillo. El les manifestó que en aquel lugar se había reproducido el sueño de Jacob, es decir, la escalera subía hasta el cielo, con ángeles yendo y viniendo. Los caballeros consideraron el lugar adecuado para fundar una cartuja que se llamaría naturalmente, Scala Dei. 
Como podréis comprobar la tienda que está al lado de las cerámicas se llama del mismo modo, y seguramente fueron ellos los que la colocaron, pues hay más tiendas en la ciudad que también la tienen.

Ahora os recomiendo que levantéis la vista y miréis los balcones de los edificios, una de las características de estos balcones es que lucen las baldosas de cerámica, debajo de los mismos balcones. Era una manera de hacer balcones ligeros a través de una forja de hierro que se adornaba con cerámica de colores.


En el número 25 tenemos Can Jover, una casa que sustituyó a un edificio que pertenecía a la familia Desplà. El primer edificio que se construyó en este solar, era del año 1306, donde en 1461 se alojó el Principe de Viana. Después la casa se transformó en el Palau Gralla, del año 1516, el que fue el palacio renacentista más suntuoso de la ciudad y que se derribó para poder abrir la calle del Duc de la Victòria en 1843. La casa que actualmente podemos contemplar es del 1857, propiedad de la familia Jover, una saga de banqueros de Barcelona.. Como consecuencia de la ultima transformación del edificio en una galería comercial. El magnífico portal acabó en el Museo Santacana, en Martorell. Pero Puig i Cadafalch la copió para colocarla en la Casa Serra (rambla de Catalunya esquina con Córcega, la sede de la Diputación).
La historia de este palacio renacentista es singular. Era una casa de señorial aspecto, un notable ejemplar de la arquitectura del Renacimiento, con algunos detalles góticos, especialmente en el patio, cuyos arcos apuntados estaban sostenidos por columnas italianas. La unión de los dos estilos estaba hecha con gracia, la puerta y la fachada estaban muy ornamentadas, con grandes relieves y figuras. Construida "para el goce particular y para la pública decoración" como decía una leyenda del portal. Además obtuvo de los Consellers el privilegio de que le llegase hasta su interior el agua pública que venía de Collserola. La propiedad fue cambiando de dueños, de los Gralla pasó a la familia Aytona y por último a los Medinaceli, pero a mediados del siglo XIX el estado ruinoso de la casa era tal, que en diciembre de 1885 se comenzó el derribo para poder construir la calle del Duc de la Victòria (actualmente del Duc). Una vez la casa en el suelo, don José Xifré compró los restos de la misma por 5,000 pesetas de la época, con el propósito de reconstruirla por completo. Encargó al arquitecto Elías Rogent que desmontara la parte monumental y la clasificara y anotara para la posterior reconstrucción. Según una carta de este arquitecto que se conserva en el Archivo Histórico de la ciudad, cuenta que hizo depositar las piedras de la fachada en el baluarte de la muralla de Tallers, mientras que las del patio y otras del interior se guardaron en un almacén próximo al Claustro de Santa Ana. Después el señor Xifré mandó que las piedras de ambos depósitos se llevasen al terreno que poseía en Sant Martí de Provençals, en el lugar que hoy ocupa el Hospital de Sant Pau.
El arquitecto Rogent sospecha en otra carta, de que no todas las piedras guardadas fueron llevadas a Sant Martí, porque cuando posteriormente se construyó en la Plaza de Catalunya la estación de los ferrocarriles que llevan a Sarrià, apareció el dintel de la puerta de la Casa Gralla abandonado.
Y allí se quedó hasta que un día, el señor Santacana, un coleccionista de antigüedades se la llevó a su casa de Martorell. Cuando el señor Xifré murió las piedras quedaron olvidadas sin saberse a que parte del edificio pertenecían. En 1881 el marqués de la Casa Brusi las compró y confió la reconstrucción de la fachada (bueno el creía que era la fachada) al arquitecto Agustí Font, el mismo que se encargaría de la fachada de la Catedral de Barcelona (si señores, nuestra catedral tenía una fachada que era fea de narices, tal era la fealdad de la misma que cuando teníamos algún visitante ilustre la cubrían con tapices y todo porque hacía 400 años que aún no se habían decidido como hacerla, hasta que allá por la década de 1880 decidieron que ya era hora de mejorar un poco su visión y encargaron el trabajo a éste arquitecto, que junto a Josep Oriol Mestres nos dieron por fin una fachada decente, neo gótica, pero mucho mejor que lo que había).
Agustí Font se volvió loco buscando las anotaciones que se suponía que existían para la reconstrucción, pero el pobre no las encontró y tuvo que hacer lo posible con su saber hacer e imaginación.
Pero el claustro no se quedó en el lugar reconstruido de Sant Gervasi, sino que años más tarde fue de nuevo desmontado y pasó de mano en mano por diferentes puntos de la geografía española, hasta el punto que Herberto Gut, el propietario de la empresa Prosegur, lo compró a un anticuario de Málaga y se lo llevó a Hospitalet donde lo reconstruyó en la sede central de su empresa y puede ser visitado.